Barrio Gótico, los orígenes de Barcelona
Las piedras y los edificios del barrio Gótico muestran aún huellas de Barcino, de caballeros cristianos, judíos y de la Guerra Civil. Hoy por sus callejuelas caminan más turistas que barceloneses, y lo más transitado es probablemente el recorrido de la catedral a la plaza de Sant Jaume: un corto paseo por la calle del Bisbe, con parada bajo el puente que conecta la Generalitat con la Casa dels Canonges para buscar la misteriosa calavera —cuentan que puede conceder un deseo o provocar el derrumbe de la ciudad—, hacia la plaza donde están cara a cara el edificio renacentista del Gobierno catalán y el ayuntamiento neoclásico. Pero hay muchos rincones por descubrir durante una tranquila ruta por este céntrico barrio lleno de leyendas y ecos del pasado.
10.00 Buscando el ángel
El día empieza en Portal de l’Àngel (1). Aquí las miradas se suelen dirigir a los escaparates de las tiendas, pero es mucho más interesante buscar en las alturas el ángel custodio que observa a los paseantes de una de las principales vías comerciales de la capital catalana. Se cuenta que en el siglo XV, cuando san Vicente Ferrer entró a Barcelona por la antigua puerta de la muralla medieval, se le apareció un ángel que le explicó que guardaba la ciudad. Hoy una pequeña escultura del artista Ángel Ferrant en la fachada del Banco de España recuerda aquel hecho. Un quiosco de flores indica la entrada a la iglesia de Santa Anna (2) (calle de Santa Anna, 29), que guarda un maravilloso claustro gótico.
Es buen momento para desayunar en el modernista Els 4Gats (3) (calle de Montsió, 3). Inaugurado en 1897 en los bajos de un edificio de Puig i Cadafalch, fue refugio de artistas como Picasso, Gaudí o Isaac Albéniz, y escenario de la película Vicky Cristina Barcelona, de Woody Allen. La terraza del Real Círculo Artístico de Barcelona (4), con vistas a Portal de l’Àngel, es otra opción para un café sin prisas.
11.30 Un buzón muy especial
Unas 4.000 piezas de cerámica forman El món neix en cada besada, fotomosaico de un beso instalado para conmemorar el tricentenario de la derrota del 11 de septiembre de 1714 en la plaza de Isidre Nonell (5). Si es domingo, aquí ya se oirán el tamborí o el flabiol que ponen banda sonora a la plaza de la Catedral (6), donde grupos dispuestos en círculos bailan las tradicionales (y no tan fáciles) sardanas.
Toca ya descubrir los callejones tras el templo. En la Casa de l’Ardiaca está el peculiar buzón modernista esculpido por Lluís Domènech i Montaner a principios del siglo XX, y al lado, en la fachada de la catedral entre las calles de Santa Llúcia y del Bisbe, una columna de piedra recuerda que hasta el siglo XVIII en Barcelona había otra unidad de medida: la cana (equivalía a unos 12 palmos). Cerca está el Museu Frederic Marès, y en el vergel del que fue el Palacio Real de los condes de Barcelona uno olvida el bullicio entre naranjos. Al salir, o entrar, es probable encontrarse con músicos: la plaza de Sant Iu tiene una acústica perfecta por sus paredes de piedra, algunas con inscripciones hebreas de lápidas del cementerio judío de Montjuïc usadas siglos atrás para la construcción.
13.00 2.000 años de historia
En el patio interior de un edificio del Gótico está uno de los restos de Barcino mejor conservados: cuatro columnas del templo de Augusto (7) con unos 2.000 años de historia. A pocos pasos, la basílica dels Sants Màrtirs Just i Pastor (8) (plaza de Sant Just), una maravilla para los arqueólogos. Data del siglo XVI, pero en su interior se han encontrado restos de un muro del I d. C, de una catedral visigótica del VI y una fosa común de víctimas de la peste negra del siglo XIV. En la nave sorprenden también la escultura de una Virgen embarazada y la imagen de la Virgen de Montserrat, que muchos creen que es la auténtica Moreneta. Y desde los 35 metros de altura de su campanario, una bella panorámica (visita guiada, 10 euros).
14.30 Un bocata de botifarra negra
A esta hora aprieta el hambre, así que al llegar a la plaza de Sant Jaume (9) es buena idea comer en Conesa, fundada en 1951 y especializada en ricos bocadillos calientes con ingredientes clásicos de la gastronomía catalana como la botifarra negra o, en temporada, calçots. Quien prefiera mesa y mantel, en el Gótico está un restaurantes abierto en 1786, Can Culleretes (10). Otro nombre propio que indica que estamos recorriendo los orígenes de Barcelona es la bonita tienda Cereria Subirà (11) (Baixada de la Llibreteria, 7), de 1761.
La tarde es para adentrarse en el antiguo barrio judío de la Barcelona medieval: el Call Major. En sus laberínticas calles se conservan trazas de muralla entre casas y pequeñas tiendas y la Sinagoga Mayor de Barcelona (12), una construcción del siglo III que fue redescubierta hace tres décadas. En esta zona cuentan que sucedió uno de los 13 martirios más crueles de santa Eulàlia (tantos como años tenía la joven que no quiso renunciar a su fe). En recuerdo de la cuidadora de ocas queda la calle de la Baixada de Santa Eulàlia (13) (por aquí fue lanzada dentro de un tonel lleno de cristales y clavos) y las 13 ocas del claustro de la catedral, donde está su cripta. Patrona de Barcelona, las fiestas grandes de la ciudad son el 24 de septiembre en honor a la Mercè, así que cuando llueve se dice que santa Eulàlia llora porque nadie se acuerda de ella.
18.00 La calle más dulce
Según otra leyenda, un marinero superviviente de la invasión sarracena encontró en la copa de un pino de la plaza del Pi (14) (solo hay ese árbol en la plaza) una imagen de la Virgen a la que se dedicó una capilla, que hoy es la iglesia gótica de Santa Maria del Pi (15). De aquí sale la calle de Petritxol (16), un clásico para merendar un rico chocolate caliente con melindros. Siempre a rebosar, Dulcinea (17) (en el número 2) y La Pallaresa (18) (en el 11) son de las chocolaterías más antiguas. Antes, o después, merece la pena curiosear en las recuperadas Galeries Maldà (19), donde el Super Friki Market convive con tiendas para comprar varitas de Harry Potter o un local especializado en cubos de Rubik.
20.00 Huellas de la Guerra Civil
El silencio se impone al llegar a la plaza de Sant Felip Neri (20): la fachada de su iglesia mantiene decenas de heridas de metralla de un bombardeo en 1938 de la aviación fascista italiana, aliada de Franco. Murieron 42 personas, la mayoría niños. Que sea ahora el patio de recreo del colegio Sant Felip Neri y que aquí esté el hotel boutique Neri (21), que ocupa parte de un palacio medieval, es una muestra más de que en el Gótico, pasado, presente y futuro siempre van de la mano.
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